Conforme la densidad poblacional se incrementa y se desarrollan más actividades económicas, se multiplican las fuentes de ruido: hay más construcciones y refacciones de infraestructura, se multiplica el número de automóviles, trenes o aviones, o se realizan más actividades comunitarias (festivales, manifestaciones). Las quejas se vuelven un asunto cotidiano y entonces los medios comienzan a publicar mediciones de ruido, acompañadas de tablas que tratan de relacionar los niveles registrados con la molestia subjetiva, mediante comparaciones del tipo “tantos dB equivalen al volumen de un concierto de rock”.

Sin embargo, la redacción y la aplicación de políticas de mitigación requieren tomar en cuenta algunos conceptos e ideas que los acústicos utilizan comúnmente en el control de ruido. Lo que tratamos de decir es que no es suficiente coger cualquier sonómetro (mal llamado “decibelímetro”) para tomar, a partir de las lecturas realizadas con él, decisiones que puedan afectar a una comunidad.

Queremos en Lucusonidos iniciar una pequeña serie de notas sobre ruido urbano con el fin de fomentar la discusión sobre el tema. Asimismo invitamos a quienes quieran realizar críticas constructivas a dejarnos sus comentarios.

Foto: Adrian Pingstone (bajo dominio público, publicada en Wikipedia)

 

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